‘Fake News Writer’ y los clickbaits del estallido social

Un escritor recién egresado busca trabajo desesperadamente para liberarse del exacerbado control de su padre y lograr su independencia financiera. En este camino, casualmente se encuentra con un empresario del negocio de los medios de información en Facebook, quien lo contrata como escritor de noticias falsas para el fanpage ‘American Conservatives’ (Conservadores Estadounidenses). Esta podría ser la realidad de cualquier redactor amateur, aunque guardando la diferencias culturales entre el mercado latinoamericano y el estadounidense, donde es más probable que cualquier persona pueda generar ingresos mediante mensajes políticos, independiente de cuál sea su ideología y con el fin de abultar las arcas de un joven empresario.

La descripción del párrafo anterior es la trama, a grosso modo, de la webserie FAKE NEWS WRITER (USA, 2018).  En tono de sátira juega con el discurso político de liberales y conservadores al poco tiempo de que Trump ha ganado las elecciones en EEUU.   

Ethan es un joven depresivo que sólo busca afianzar una estabilidad económica y profesional que lo posicione como algo más que un conductor de Uber: un guionista que hace malabares en el camino de conseguir empleo, hasta que decide transigir como redactor de títulos tendenciosos para un sitio de derecha; una forma sutil de fake news. Aunque él es liberal, este nuevo empleo le reporta una nueva seguridad, no sólo como adulto que puede pagar sus cuentas (y medicamentos), sino también como un escritor que logra el expertisse cuando comprende que todo está en el discurso, en el uso de las palabras adecuadas para manipular emocionalmente al lector.

No sólo el discurso conservador queda caricaturizado en esta realización, sino también la visión opuesta de los liberales, encarnada en Nick, el roommate inglés de Ethan, quien adscribe a toda postura que pueda servir como insolencia o ruptura ante la tradición conservadora que se niega al cambio, sin olvidar la constante alerta a la corrección política.

Douglas, el dueño de la empresa de comunicaciones y jefe de Ethan, explica al protagonista que su trabajo no consiste en inventar hechos sacados de la manga; lo que debe hacer, en cambio, es tomar el contenido de una noticia, copiarlo tal como es y cambiarle el titular por uno que favorezca el apoyo a Donald Trump y que sea un buen clickbait, una carnada para que el usuario de redes pinche el link y esa visita se traduzca en dinero para el sitio. La clave del tratamiento de la nota –en este caso, el titular- es apelar a la reacción emocional, adelantarse a lo que un lector visceral necesita escuchar (para fortalecer su postura anti progresista), usar términos incendiarios y adrenalínicos que den un vuelco a los hechos y provoquen una postura radicalizada en lectores no lo suficientemente educados como para cuestionar las ideas que consumen. “Por ejemplo”, instruye Douglas, “si la noticia original dice que Walmart tiene un nuevo traductor de español, tú puedes escribir acerca de cómo México está invadiendo el mercado estadunidense… Es tan ridículo lo que tendrás que hacer, que sentirás que estás escribiendo sátira política”.

Aunque deja algunos cabos sueltos y amarillos en su mensaje político y por momentos destila demasiada cultura estadounidense –lo que es inevitable-, la webserie logra atrapar por su precisa dosis de crítica, humor y sensibilidad, especialmente en la empatía que establece con un personaje que lucha por salir adelante en una cultura hostil, en parte representada por su padre, que parece encarnar al modelo neoliberal.

El oscuro mundo de las fake news  traspasa la cultura estadounidense liberal o neoliberal, que ha visto su efectividad en los tiempos de Trump (o “Hitler”, como lo caricaturiza Nick, el roommate). Chile también es un ejemplo vivo de este mundo.

Vamos atrás. El 11 de agosto de 1967, el frontis de la Pontificia Universidad Católica de Chile exhibía un lienzo enorme con la frase “El Mercurio miente”,  en respuesta al tratamiento desacreditador que el diario había hecho del movimiento estudiantil. El Mercurio había descrito las protestas como una nueva y audaz maniobra del marxismo en torno a la democracia. La frase quedó grabada en la memoria histórica chilena y para la época de la dictadura cívico-militar de Pinochet, ya se había hecho un lugar común entre los opositores al periodismo oficial -encubridor de abusos y crímenes políticos. En 2011, 44 años después y en democracia, las protestas estudiantiles (segunda “revolución pingüina”) levantaban un nuevo lienzo en el mismo frontis, recordando a la ciudadanía que El Mercurio seguía siendo un medio usado para fortalecer a las elites políticas y económicas y desprestigiar a los movimientos sociales.

Estamos en 2019, en medio de un nuevo y más grande “Estallido Social” (como una mayoría ha convenido en llamarlo) y los lectores y ciudadanos hemos visto cómo se libra una verdadera batalla: mientras en las calles, cada día la “primera línea” se enfrenta a la fuerte represión de Carabineros, en los medios masivos y redes sociales se vive una contienda virtual, un bombardeo informativo cargado de municiones verbales, desde las noticias que los medios periodísticos publican, hasta las opiniones del público. Jamás Chile y el mundo había tenido un acceso tan libre y horizontal a información de toda índole, por lo que resulta ser impresionante que las noticias falsas o fake news (el término fue acuñado en la cultura anglosajona), tengan tanta o más cabida que hace 50 años. Y en verdad no es tan insólito, puesto que este nuevo acceso a la información no necesariamente va de la mano con la comprensión lectora y además se topa con el analfabetismo digital.

En Chile, solo el 5% de los adultos con educación superior tiene un alto nivel de comprensión lectora, mientras que el promedio de países de la OCDE es de 21%, según el informe “Education at a Glance 2018”. Con respecto a la alfabetización digital, el boletín Educación 2020 de la Comisión de Ciencia y Tecnología (2019) informa que el acceso a internet está sobre el promedio OCDE (87,5%) pero que el país es el segundo con uso de internet menos variado y la inequidad en los usos está sobre el promedio OCDE. De acuerdo a un estudio de International Journal of New Education (IJNE) de 2018, la mayor brecha entre el acceso a las TIC (tecnologías de información y comunicación) y el uso efectivo de ellas está en los adultos, particularmente en sus competencias y alfabetización digitales. Todo esto significa que, por un lado, hay muchos chilenos que no están comprendiendo realmente las noticias que leen (de cualquier medio) y, por otro lado, hay una buena parte de la población que no está usando las redes sociales efectivamente, para acceder a noticias (independientes, de opinión y de análisis) que no están representadas en los medios masivos tradicionales.

Pero no estamos hablando solamente de chilenos que han tenido un escaso acceso a la educación de calidad, sino de una amplia gama de ciudadanos difíciles de encasillar o caracterizar, que se han expuesto, por ejemplo, al último papelón del diario La Tercera, cuando a fines de octubre publicó que la policía había identificado a algunos de los sospechosos de las quemas del Metro de Santiago como ciudadanos extranjeros. Sin datos ni hechos comprobables, uno de los diarios más prestigiosos del país (identificado como de derecha progresista) replicaba una idea que, más que un rumor, resultaba en propaganda política para el gobierno de Sebastián Piñera, quien había descrito las revueltas sociales como “un enemigo poderoso e implacable”. Solo había que unir dos más dos y el relato ya estaba formado, acusando a una intervención internacional (¿marxista, como en 1967?). La propia Tercera tuvo que desmentir sus aseveraciones y pedir disculpas, pero en el inconsciente colectivo, la mentira es a veces más persistente que la verdad.

Pocos días después, TVN (Televisión Nacional), otro de los medios considerados tradicionalmente como “serios” para el imaginario ciudadano, usaba un video casero para afirmar que un par de encapuchados había prendido fuego a una sucursal de ServiEstado en apenas un segundo, a pleno día y avista y paciencia de la gente en las calles. Las redes sociales ardieron en denuncias y parodias, haciendo notar lo obvio: el relato del video era producto de un truco digital, un fuego fatuo que se había viralizado luego de ser intervenido.

Jamás la frase “El Mercurio miente” había alcanzado un sentido tan alegórico. El concepto de noticias falsas, tal como se expone graciosamente en FAKE NEWS WRITER, no solo engloba a la información inventada y a la mentira sistematizada, que ignora la realidad y pretende engañar a los ingenuos, sino que también se extiende a la creación de relatos que manipulan la percepción, dirigidos a fortalecer una narrativa inmutable, inflar la sensación de terror y polarizar posturas políticas. Los trucos del clickbait y el lenguaje tendencioso (incendiario, provocativo, emocional, alarmista) también pueden traspasar los límites de la ideología de derecha o fascista; están siendo usados por ciertos medios de todas las tendencias para engrosar listas de seguidores que necesitan mantenerse en una sola línea narrativa, la que no debe variar por ningún motivo ni debe coincidir jamás con la idea de un adversario político. No está demás recordar que el concepto de adversario fue usado por Jaime Guzmán para explicar el porqué de la Constitución que redactó en 1980, su mayor herramienta de división social.

Las RRSS también están cargadas de fake news; desde teorías conspirativas, pasando por las jugosas carnadas informativas (que al abrirlas no traen nada), hasta la categoría de las joke news (noticias en broma), como el falso tweet del gerente de Agrosuper, donde se buscaba interpretar con sentido del humor lo que posiblemente piensan los grandes empresarios sobre el Estallido.

Saber separar lo verdadero de lo falso y reconocer información útil, que contribuya al tejido social, requiere de una educación crítica que actúe como un sistema inmune y esté compuesto de varias conciencias: la social, la política, la de clase, la de la realidad y la del sentido común. Eso es parte de lo que busca el Despertar de Chile.

Por Carolina Chascona.

La webserie Fake News Writer fue parte de la selección oficial de la Sección Amets del Festival Seriesland y ganadora del Manhattan Film Festival 2019.    Puedes seguirla en Youtube, Instagram y Facebook

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